lunes, 22 de agosto de 2022

El valor de los valores

Cuando comenzaron a cambiar las cosas en Chile -para bien y para mal- se acuñó la palabra "dignidad". La escuché, la leí y la vi... rayada muchas veces en el muro de una casa donde quizás cuyo dueño lamentó la invasión a su fachada. 

Ahí estaba: "dignidad".

La RAE la define como "cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden".

Por esos días escuché y leí también historias relacionadas a experiencias con su antónimo: la humillación, la discriminación. Algo que para mí es "a secas", no político.

Por eso mismo hice el ejercicio de recordar las veces en que me sentí así a raíz del trato de alguien y llegué a una situación que no fue tal, pero en que la otra persona me hizo preguntas "para sacarme la foto" con respecto a mi origen y situación socioeconómica.

-"¿Dónde vives?".

Y al rato después, entre interacción e interacción: ¿Dónde estudiaste?

Yo había egresado de la escolaridad hace años. Era bastante irrelevante saber en qué silla había descansando mi trasero durante esos años.

Fue una de las pre prácticas profesionales que tuve que realizar previo a la práctica oficial y no recuerdo la experiencia con especial cariño. Más bien fue un trámite.

Quien me hizo esas consultas, además, en algún momento me dio a entender que mi universidad no era de su entero gusto. Después lo entendí, pero no viene al caso.

En realidad sí, viene al caso: egresé de una universidad excelentemente rankeada en lo académico y casi perfecta (quizás perfecta) en infraestructura, donde el pluralismo es un sello en todo ámbito (social, cultural, con libre pensamiento). Por ahí a lo mejor estuvo el cuestionamiento: por dónde podía provenir y qué cosas podía pensar.

Eran días de protestas aquellos y quedaba la grande en el sector de la casa de estudios.

Ese día hubiese preferido el test de rorschach. No me sentí humillada ni menoscabada, para nada, fueron sólo preguntas. Pero claramente pueden haber personas que condicionan su trato hacia el otro de acuerdo "al roce" que podrían tener por dónde vienen. Y no es político: es algo que desnuda los valores.

El tiempo dormido

El libro que empecé a escribir se durmió y no despertó más. Eso quiere decir que es mejor que le dé una oportunidad a otro libro, que lo más probable es que también se duerma para siempre.

Es que si sacamos al dinero del escenario, podríamos decir que "tener tiempo" es la nueva riqueza y eso es -justamente- lo que no tengo.

Y cuando estamos con riqueza (o sea, con tiempo), me falta energía.

Eso último tiene una razón de ser y es algo que se viene apoderando de mi alma desde hace varios años, pero he aprendido a disimularlo bien.

Como siempre evoco al pasado -no porque fuera mejor, o peor, simplemente lo recuerdo- creo que en la época escolar fue cuando tuve más tiempo. Con el ingreso a la universidad las cosas cambiaron y de ahí no paré más.

Por eso me propuse tener más tiempo para todo y todos, mediante la organización, y me está yendo bastante bien con el plan.

El único problema siguen siendo los libros, que ya no sé cómo despertarlos.